Texto El Ensayo I - XIII

PARTE I

Capítulo XIII

La circulación y el trueque de bienes y mercaderías, lo mismo que su producción, se realiza en Europa por empresarios a riesgo suyo

1.13.1 El colono es un empresario que promete pagar al propietario, por su granja o su tierra, una suma fija de dinero (ordinariamente se la supone equivalente, en valor, al tercio del producto de la tierra) sin tener la certeza del beneficio que obtendrá de esta empresa. Emplea parte de la tierra en criar ganados, en producir cereales, vino, heno, etc., a su buen juicio, sin posibilidad de prever cuál de estos artículos le permitirá obtener el mejor precio. El precio de estos productos dependerá, en parte, del tiempo, y en parte, del consumo; si hay abundancia de trigo en relación con el consumo, el precio se envilecerá; si hay escasez el precio será más caro.

1.13.2 ¿Quién sería capaz de prever el número de nacimientos y muertes entre los habitantes del Estado, en el curso del año? ¿Quién podría prever el aumento o la disminución del gasto que puede acaecer en las familias? Sin embargo, el precio de los artículos producidos por el colono depende naturalmente de estos acontecimientos imprevisibles para él, lo cual significa que conduce las empresas de su granja con incertidumbre.

1.13.3 La ciudad consume más de la mitad de los artículos alimenticios producidos por el colono. Este los lleva al mercado de la ciudad, o los vende en el del burgo más cercano, o bien otras personas se convierten en empresarios para realizar este transporte. Estos últimos se obligan a pagar al colono, por sus productos, un precio fijo, que es el del mercado del día, para obtener en la ciudad un precio incierto, pero suficiente para sufragar, además, los gastos del transporte, que todavía les deje, como remanente, un beneficio. Ahora bien, la variación diaria de los precios de los productos en la ciudad, aun sin ser considerable, hace incierto su beneficio.

1.13.4 El empresario o comerciante que acarrea los productos del campo a la ciudad no puede permanecer en ella para venderlos al menudeo, esperando que sean solicitados para el consumo: ninguna de las familias de la ciudad soportará por sí misma la compra inmediata de los productos necesarios para una temporada, ya que cada familia puede aumentar o disminuir su cifra, y el volumen de consumo, o, por lo menos, escoger a su gusto el tipo de mercaderías a consumir. En las familias apenas si se hace provisión copiosa de otro artículo que del vino. Sea como fuere, la mayoría de los ciudadanos viven al día, y, sin embargo, son los que representan la mayor parte del consumo, pero no pueden hacer provisión alguna de productos del campo.

1.13.5 Por esta razón muchas gentes en la ciudad se convierten en comerciantes o empresarios, comprando los productos del campo a quienes los traen a ella, o bien trayéndolos por su cuenta: pagan así, por ellos un precio cierto, según el del lugar donde los compran, revendiéndolos al por mayor, o al menudeo, a un precio incierto.

1.13.6 Estos empresarios son los comerciantes, al por mayor, de lana y cereales, los panaderos, carniceros, artesanos y mercaderes de toda especie que compran artículos alimenticios y materias primas del campo, para elaborarlos y revenderlos gradualmente, a medida que los habitantes los necesitan.

1.13.7 Estos empresarios no pueden saber jamás cuál será el volumen del consumo en su ciudad, ni cuánto tiempo seguirán comprándoles sus clientes, ya que los competidores tratarán, por todos los medios, de arrebatarles la clientela: todo esto es causa de tanta incertidumbre entre los empresarios, que cada día algunos de ellos caen en bancarrota.

1.13.8 El artesano que ha comprado la lana del comerciante, o directamente del productor, no puede saber qué beneficio obtendrá al vender sus paños y telas de sastre. Si este último no cuenta con una venta razonable, no acumulará paños y telas del artesano, y menos todavía si ciertos tejidos pasan de moda.

1.13.9 El lencero es un empresario que compra telas al fabricante, a un determinado precio, para revenderlas a un precio incierto, porque él no pude prever la cuantía del consumo; ciertamente es libre de fijar un precio y obstinarse en él, negándose a vender a precio más bajo; pero si sus clientes lo abandonan para comprar más barato a otro lencero, incurrirá en gastos cada vez mayores, mientras espera vender al precio que se ha propuesto, y esto lo arruinará tanto o más que si vendiera sin ganancia.

1.13.10 Los tenderos y detallistas de todas especie son empresarios que compran a un precio cierto y revenden en sus tiendas o en las plazas públicas a un precio incierto. Lo que estimula y mantiene activo este género de empresarios en un Estado, es que los consumidores, clientes suyos, prefieren pagar un precio algo mayor, para tener a su alcance, a medida que las necesitan, pequeñas cantidades, en lugar de hacer provisiones, a lo cual se agrega que la mayor parte carecen de medios para hacer provisiones, comprando directamente al productor.

1.13.11 Todos estos empresarios se convierten en consumidores y clientes unos de otros, recíprocamente; el lencero, del vinatero; éste, del lencero. En un Estado va siendo su número proporcionado a su clientela, o al consumo que ésta hace. Si existen sombreros en exceso en una ciudad o en una calle, para el número de personas que en ella compran sombreros, algunos de los menos acreditados ante la clientela caerán en bancarrota; si el número es escaso, otros sombreros considerarán ventajosa la empresa de abrir una tienda, y así como los empresarios de todo género se ajustan y proporcionan automáticamente a los riesgos, en un Estado.

1.13.12 Todos los otros empresarios, como los que benefician las minas, o los de espectáculos, edificaciones, etc. —lo mismo que los empresarios de su propio trabajo que no necesitan fondos para establecerse, como los buhoneros, calderos, zurcidores, deshollinadores, aguadores, etc. —, subsisten con incertidumbre, y su número se proporciona al de clientela. Los maestros artesanos, zapateros, sastres, ebanistas, peluqueros, etc., que emplean oficiales en proporción a los encargos que reciben, viven en la misma incertidumbre, porque sus clientes pueden abandonarles de un día a otro: los empresarios de su propio trabajo en las artes y en las ciencias, pintores, médicos, abogados, etc. subsisten con la misma incertidumbre. Si un procurador o abogado gana cinco mil libras esterlinas al año, sirviendo a sus clientes o en el ejercicio de su práctica profesional, y otro no gana más que quinientas, se pueden también considerar inciertos los ingresos que reciben de quienes los emplean.

1.13.13 Acaso podría afirmarse que los empresarios tratan de lucrarse cuanto pueden, en su profesión, y aun engañar a sus clientes, pero esta cuestión queda fuera de mi tema.

1.13.14 Por todos estas inducciones y por otras muchas que podrían hacerse acerca de un tema cuyo objeto son todos los habitantes de un Estado, cabe afirmar que si exceptúan el príncipe y los terratenientes, todos los habitantes de un Estado son dependientes; que pueden éstos, dividirse en dos clases: empresarios y gente asalariada; que los empresarios viven, por decirlo así, de ingresos inciertos, y todos los demás cuentan con ingresos ciertos durante el tiempo que de ellos gozan, aunque sus funciones y su rango sean muy desiguales. El general que tiene una paga, el cortesano que cuenta con una pensión y el criado que dispone de un salario, todos ellos quedan incluidos en este último grupo. Todos los demás son empresarios, y ya se establezcan con un capital para desenvolver su empresa, o bien sean empresarios de su propio trabajo, sin fondos de ninguna clase, pueden ser considerados como viviendo de un modo incierto; los mendigos mismos y los ladrones son “empresarios” de esta naturaleza. En resumen, todos los habitantes de un Estado derivan su sustento y sus ventajas del fondo de los propietarios de tierras, y son dependientes.

1.13.15 Es cierto, sin embargo, que si algún habitante percibe altos emolumentos, o un empresario poderoso ha ahorrado capital o riqueza, es decir, si tiene almacenes de trigo, lana, cobre, oro y plata, o de alguna otra mercadería o artículo de uso o consumo constante en un Estado, y posee un valor intrínseco real, podrá considerársele, con razón, como independiente, por la cuantía de ese caudal. Podrá disponer de él para adquirir una hipoteca, para obtener una renta de la tierra, o de fondos públicos garantizados con tierra: podrá, incluso, vivir mucho mejor que los propietarios de pequeñas parcelas, y aun adquirir la propiedad de algunas de ellas.

1.13.16 Pero los productos y mercaderías, incluso el oro y la plata, se hallan mucho más sujetos a accidentes y pérdidas que la propiedad de las tierras; y de cualquier manera que hayan sido ganados o ahorrados, siempre salen del fondo de los propietarios actuales, sea por ganancias, o ahorrando parte de los emolumentos destinados a su subsistencia.

1.13.17 El número de los poseedores de dinero en un gran Estado es, a menudo, bastante considerable; y aunque el valor de todo el dinero que en el Estado circula apenas excede en la actualidad de la novena o la décima parte del valor del producto que se saca de la tierra, sin embargo, como los poseedores de dinero prestan sumas de las cuales obtienen interés, sea hipotecando las tierras, o por los mismos productos y mercaderías del Estado, las sumas que se les deben exceden, con frecuencia, las disponibilidades monetarias del Estado, y a menudo se convierten en un estamento tan importante que en ciertos casos rivalizarían con los propietarios de tierra, si éstos no fueran con frecuencia, a la vez, propietarios de dinero, y si los poseedores de grandes caudales no tratasen siempre, también, de convertirse en propietarios de tierras.

1.13.18 No obstante, siempre podría afirmarse con verdad que todas las sumas ganadas o ahorradas por ellos salieron del fondo de los actuales propietarios: pero como muchos de éstos se arruinan diariamente en un Estado, y otros, al adquirir al propiedad de sus tierras, los reemplazan, la independencia otorgada por la propiedad de la tierras sólo beneficia a quienes conservan la posesión de ellas; y como todas las tierras tienen siempre un dueño o propietario actual, infiero que es siempre del fondo de éstos de donde todos los habitantes del Estado derivan su sustento y riqueza. Si estos propietarios se limitaran a vivir de sus rentas, no había duda alguna en nuestro aserto, y en este caso sería mucho más difícil, a los demás habitantes, enriquecerse a su costa.

1.13.19 Estableceré, pues, el principio de que los propietarios de tierras son los únicos individuos naturalmente independientes en un Estado; que todas las clases restantes son dependientes, ya sean empresarios o asalariados, y que todo el trueque y la circulación del Estado se realiza por mediación de estos empresarios.

CAPÍTULO XIV

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