Texto El Ensayo I - XVII

PARTE I

Capítulo XVII

De los metales y el dinero, y especialmente del oro y de la plata.

1.17.1 Así como la tierra produce más o menos grano de acuerdo a su fertilidad y al trabajo que en ella se gasta, así también las minas de hierro, plomo, estaño, oro, plata, etc., producen más o menos cantidad de estos metales según la riqueza de las minas y la cantidad y calidad de trabajo que en ellas se invierte, sea para excavar la tierra, para drenar las aguas o para realizar labores de fundición, refinado, etc. El trabajo de las minas de plata es caro por razón de la mortalidad que causa, ya que los obreros apenas si resisten cinco o seis años en este trabajo.

1.17.2 El valor real o intrínseco de los metales, como el de cualquier cosa, proporcional a la tierra y al trabajo que entra en su producción. El gasto de la tierra para obtener esta producción es considerable sólo en la medida en que el propietario de la mina puede obtener de ella un beneficio mediante el trabajo de los mineros, cuando las vetas son estraordinariamente ricas. La tierra necesaria para el sustento de los mineros y de los trabajadores, esto es, para el pago del trabajo minero, es a menudo el renglón principal y la ruina del empresario.

1.17.3 El valor de los metales en el mercado, lo mismo que el de otras mercaderías o productos, unas veces está por encima y otras por debajo del valor intrínseco, y varía en proporción a su abundancia o escasez, de acuerdo a la demanda.

1.17.4 Si los propietarios de las tierras y los órdenes inferiores de una nación que los imitan, rechazan el uso del estaño y del cobre, en el erróneo supuesto de que son nocivos para la salud, y si todos hicieran uso de platos y utensilios de barro, dichos metales se cotizarían a precio vil bajo en los mercados, y el trabajo que antes se realizaba a extraerlos sería discontinuo. Pero como estos metales se consideran útiles y de ellos nos servimos en los usos de la vida, tendrán siempre en el mercado un valor correspondiente a su abundancia o a su rareza, y al consumo que de ellos hace; y así se continuará extrayéndolos de la mina para reemplazar la cantidad de dichos metales que en el uso diario se pierden.

1.17.5 El hierro no sólo es útil para los usos de la vida común; podría decirse, que, en cierto modo, es necesario, y si los americanos, que o se servían de él antes del descubrimiento de su Continente hubiesen descubierto las minas y conocido las aplicaciones de este metal, sin duda hubiesen trabajado en la producción del mismo, por costosa que hubiera sido.

1.17.6 El oro y la plata no solamente pueden servir para los mismos usos que el estaño y el cobre, además, para la mayor parte de los usos que se hacen del plomo y del hierro. Tienen todavía, sobre dichos metales, la ventaja de que el fuego no los consume, y son tan duraderos que pueden considerarse como substancias permanentes. No es extraño que, si los hombres han encontrado útiles los otros metales, valoraran el oro y la plata ya antes de utilizarlos en los cambios. Los romanos los valoraban desde la fundación de Roma y sin embargo sólo empezaron a usarlos como dinero 500 años después. Tal vez todas las demás naciones hicieron lo mismo y solo adoptaron estos metales para usos monetarios mucho tiempo después de haberse servido de ellos para otros fines. Sin embargo, según los historiadores más antiguos desde los tiempos inmemoriales, los pueblos se servían del oro y la plata para fines monetarios, en Egipto y en Asia, y sabemos por el Génesis que ya en tiempos de Abraham se acuñaban monedas de plata.

1.17.7 Supongamos ahora que la primera plata se encontró en una mina de monte Niphates, en la Mesopotamia. Es natural pensar que uno o varios propietarios de tierras, encontrado bello y útil ese metal, fueron los primeros en hacer uso de él, y alentó la voluntad del minero o del empresario para extraer más de la mina y dándole en pago por su trabajo y del de sus ayudantes, la cantidad de productos de la tierra que ellos necesitaban para su sustento. La plata se fue volviendo cada vez más valorada en Mesopotamia, y si los grandes propietarios compraban grandes jarras de plata, y las clases bajas, de acuerdo con sus medios y ahorros, podían comprar pequeñas copas de plata, y los empresarios de la mina, viendo una demanda constante para su producto, sin dudarlo le dieron un valor, proporcional a su calidad o a su peso contra todas las demás mercaderías o artículos que recibía en cambio. Mientras los habitantes consideraban ya este metal como un objeto precioso y duradero, y se esforzaban por poseer algunas piezas del mismo, el empresario, único que podía distribuirlo y estaba en condiciones de exigir en el intercambio una cantidad arbitraria de otros artículos y mercaderías.

1.17.8 Supongamos ahora que más allá del río Tigris, y, por consiguiente, fuera de Mesopotamia, una mina de plata fuese descubierta y cuyos filones resultaran ser incomparablemente más ricos y abundantes que las del Monte Niphates, y que el trabajo de esa nueva mina, que es más fácil de drenar, resultara menor que el de la primera.

1.17.9 El empresario de esa nueva mina se encontraría, naturalmente, en una posición para suministrar plata mucho más barata que la del Monte Niphates y los habitantes de Mesopotamia, deseosos de poseer piezas y objetos de plata, encontrarían más conveniente para ellos exportar sus mercaderías fuera del país, y entregarlas al empresario de la nueva mina a cambio de dicho metal, en vez de recurrir al empresario de antes. Este, encontrando una menor demanda, por necesidad reduciría sus precios; pero si el empresario nuevo, bajando su precio, obligase al antiguo a parar su producción, y entonces el precio de la plata, como el de las demás mercancías y artículos, se regularía necesariamente a base del que estableciera la mina nueva. Entonces la plata costaría menos a los habitantes de más allá del Tigris que a los de Mesopotamia, puesto que éstos estaban obligados a afrontar con los gastos de un largo transporte de sus artículos y mercaderías, para adquirir la plata.

1.17.10 Es fácil comprender que una vez descubiertas varias minas de plata, y una vez los propietarios de las tierras se hubiesen encaprichado de dicho metal, fueron imitados por otras clases, y que se buscaran las piezas o fragmentos de plata, aunque no estuviesen trabajados, porque nada más fácil que hacer con ellos los artículos deseados, en relación a su cantidad y peso. Como este metal era estimado, por lo menos, de acuerdo con el valor de coste, algunas gentes que lo poseían, encontrándose en apuros, podían constituirlo en prenda, para obtener, a cambio, las cosas de que tenían necesidad, y aun vender incluso dichas piezas de modo definitivo. De ahí vino la costumbre de regular el valor de las cosas en relación a la cantidad o peso de plata contra todos los demás artículos y mercaderías. Pero como la plata se puede combinar con el hierro, el plomo, el estaño, el cobre etc., que no son tan escasos y pero si más baratos de extarer, el intercambio de la plata fue objeto de numerosos fraudes, y esto hizo que diversos reinos establecieran Casas de Moneda para certificar, mediante una acuñación pública, la verdadera cantidad de plata que cada moneda contenía, y entregarlas a los individuos que, previamente habían llevado barras o lingotes de plata, la misma cantidad de piezas, estampilladas a modo de certificado de la verdadera cantidad de plata que contenían.

1.17.11 Los costes de estos certificados o acuñación se pagan unas veces por el público y otras por el príncipe ,—el método que se seguía en pasadas épocas en Roma, y hoy en Inglaterra; a veces los que llevan plata para su acuñación, soportan los gastos, como es costumbre en Francia.

1.17.12 La plata pura es difícil de encontrar en las minas. Los antiguos no conocían el arte de refinarla hasta el grado máximo de pureza. Solían fabricar sus monedas de plata con plata fina y sin embargo, las que nos quedan de griegos, romanos, judíos, y asiáticos nunca son perfectamente puras. Hoy en día tenemos mayores conocimientos técnicos, y conocemos el secreto de obtener plata completamente pura. Los diferentes métodos de refinarla no son parte de mi libro. Muchos autores han tratado el tema, entre otros Mr. Boizard. Sólo observaré que hace falta una buena cantidad de gastos para refinar la plata, y por ésta razón se prefiere una onza de plata pura a dos onzas de plata que contenga una mitad de cobre o de otra aleación. Es caro separar el extracto de la aleación mientras que mediante una simple fusión con el otro metal se puede alear éste con la plata en cualquier proporción deseada. Cuando, a veces, se alea el cobre con la plata pura, es para hacerla más maleable y adecuada para los objetos que se desee hacer con la plata. Pero en la valoración de la aleación metálica obtenida no se toma en cuenta para nada el valor del cobre u otro metal de aleación, y sólo se considera la cantidad de plata real y verdadera. Por esto se hace siempre un ensayo o contraste para conocer la cantidad de plata verdadera.

1.17.13 Ensayar no es más que refinar, por ejemplo, un trocito de la barra de plata objeto de nuestro ensayo, para averiguar qué cantidad contiene de plata verdadera, y juzgar toda la barra a base de ese fragmento. Se corta entonces un fragmento de la barra, de doce granos por ejemplo [NOTA DEL TRADUCTOR: 12 granos equivalen a 6.5 gramos aprox.], y se pesa exactamente en una balanza de tal precisión que basta la milésima parte de un grano para que se mueva la escala. A continuación se refina con aquafortis o utilizando el fuego y se separa el cobre de la aleación. Cuando tenemos ya la plata pura se la vuelve a pesar en la misma balanza, y si el peso resulta ser, entonces, de once granos, en lugar de doce que tenía, el ensayo nos dice que la barra es de once doceavos de pureza, es decir, que contiene once partes de plata, pura y una parte de cobre o aleación. Esto resultará más claro para quien se tenga la curiosidad de presenciar uno de estos ensayos. No hay nada misterioso en ello. El oro se analiza de la misma manera, con la única diferencia de que los grados de finura o pureza del oro se dividen en 24 partes, a las que se llama quilates, porque el oro es más precioso; estos quilates se dividen en 32 partes mientras que los grados de finura de la plata se dividen en doceavas partes llamadas deniers, y estos en 24 granos cada uno.

1.17.14 El uso ha conferido al oro y la plata el título de “valor intrínseco”, para significar la cantidad de oro y plata verdadera que la barra contiene. Sin embargo, en este ensayo me ha servido siempre del término “valor intrínseco” para significar la cantidad de tierra y de trabajo que entra en la producción de las cosas, porque no ha encontrado término más apropiado para expresar mi pensamiento. Menciono esto sólo para evitar malentendidos. Cuando no menciono el oro y la plata, el término "valor intrínseco" será siempre válido sin ningún tipo de confusión.

1.17.15 Hemos visto que los metales, tales como el oro, la plata, el hierro, etc., sirven para distintos propósitos, y tienen un valor real proporcionado a la cantidad de tierra y trabajo empleados en su producción. En la Segunda Parte de este Ensayo veremos cómo los hombres se han visto obligados a emplear una medida común para encontrar en sus tratos la proporción y valor de los productos y mercaderías que desean intercambiar. La única cuestión es que producto o mercadería es más adecuado para esta medida común, y si ha sido la necesidad más que la fantasía lo que ha dado preferencia al oro, a la plata y al cobre que son los que están en uso hoy para este propósito.

1.17.16 Los artículos corrientes, como los cereales, vinos carne, etc., tienen un valor real, y satisfacen ciertas necesidades de la vida, pero son bienes perecederos y aun incómodos para el transporte, y poco aptos, por consiguiente, para servir como medida común.

1.17.17 Mercaderías tales como las telas, ropa blanca, cueros, etc., son también perecederas, y no pueden subdividirse sin alterar en cierto modo su valor para los usos humanos. Como las materias primas cuestan mucho de transportar; ocasiona numerosos gastos para su conservación y por lo tanto, no son apropiados para servir de medida común.

1.17.18 Los diamantes y otras piedras preciosas, incluso si no tuvieron un valor intrínseco y fueron valorados sólo por la moda serían apropiados para una medida común sino fueran susceptibles de imitación y si pudiesen ser divididos sin pérdida alguna. Con estos defectos no puden servir como una medida común.

1.17.19 El hierro, siempre útil y bastante duradero, no dejaría de servir como medida, a falta de objetos mejores. El fuego lo consume, y es bastante voluminoso a causa de su abundancia. Fue utilizado como medida común después de Licurgo, hasta la guerra del Peloponeso: pero como su valor se basaba por necesidad en la proporción de tierra y trabajo que entraba en su producción, se necesitaba una gran cantidad para representar un pequeño valor. Es curioso que su calidad se echa a perder con vinagre, con lo que se convertía en inservible para los usos humanos, y solamente se utilizaba para el intercambio: por lo yanto, sólo podía servir a los austeros espartanos, y no podía seguir haciéndolo incluso tan prontose extendió sus comunicaciones con otros países. Para arruinar a los espartanos sólo se necesitó encontrar ricas minas de hierro, hacer monedas como las suyas y obtener con ellas productos y mercaderías mientras que ellos no podían obtener nada del extranjero por su hierro en mal estado. En aquel momento no les interesaba comerciar con el extranjero, y únicamente se ocupaban de la guerra.

1.17.20 El plomo y el estaño tienen los mismos inconvenientes que el hierro por el volumen, y son consumibles por el fuego, pero en caso de necesidad no harían mal papel en el intercambio, si el cobre no fuese mucho más adecuado y duradero.

1.17.21 El cobre sirvió de moneda a los romanos, en forma exclusiva , hasta el año de 484 de la fundación de Roma, y en Suecia todavía se utiliza, incluso para los pagos de importancia; sin embargo, es demasiado voluminoso para realizar pagos considerables, y los mismos suecos prefieren los pagos en oro y plata sobre el cobre.

1.17.22 En las colonias américanas se han utilizado como moneda tabaco, el azúcar y el cacao, pero estas mercancías son demasiado voluminosas, perecederas y de calidad desigual; son, por lo tanto, poco adecuadas para servir de monedas o de medida común del valor.

1.17.23 El oro y la plata son los únicos que ocupan un pequeño volumen, de calidad homogénea, fáciles de transportar, de subdividir sin merma, fáciles de conservar y proporcionan belleza, brillo y durabilidad, casi hasta la eternidad, a los objetos hechos de ellos. Todos los que han usado otros artículos como moneda vuelven a usar al oro y a la plata, en cuanto pueden obtener lo suficiente de estos dos metales para el intercambio. Sólo en las transacciones más pequeñas resultan inadecuados el oro y la plata. Para expresar el valor del liard [NOTA DEL TRADUCTOR: lizard era una moneda francesa de plata usada en la época y de poco valor, equivalente a la cuarta parte de un sol, usada desde el siglo XV hasta 1793], las piezas de oro e incluso de plata resultarían demasiado pequeñas para ser manejadas con facilidad. Se dice que en las transacciones menudas los chinos cortaban sus platos de plata con tijeras, en pequeñas tiras, fragmentos que luego pasaban con precisión. Pero desde que entablaron relaciones comerciales con Europa comenzaron a usar el cobre para tales ocasiones.

1.17.24 No es pues sorprendente que todas las naciones hayan llegado a usar el oro y la plata como dinero, constituyéndose en medida común del valor, y el cobre para los pagos pequeños. La utilidad y la necesidad les han inducido a ello, no la fantasía ni el consenso. La plata exige en su elaboración mucho trabajo y del caro. Los mineros de las minas de plata están muy bien pagados, ya que raramente viven más de 5 ó 6 años de este trabajo a causa de la alta mortalidad: así pues, una pequeña moneda de plata corresponde a tanta cantidad de tierra y de trabajo como una pieza mayor de cobre.

1.17.25 El dinero o la medida común de los valores debe corresponder de hecho y en la realidad ,en términos de tierra y de trabajo a los artículos que se reciben a cambio del dinero. De otro modo el dinero sólo tendría un valor imaginario. Si por ejemplo, un príncipe o una república dieran circulación legal, en sus dominios, a algo que no tuviese semejante valor real e intrínseco, no solo los demás Estados rechazarían aceptarlo conforme a ese patrón, sino que los propios habitantes del país rechazarían el dinero cuando se persuadieran de su carencia de valor real. Cuando, a fines de la primera guerra púnica, los romanos quisieron darle el as de cobre, que pesaba dos onzas, el mismo valor que antes tenía el as de un libra, o 12 onzas, no pudo mantenerse mucho tiempo. La historia de todos los tiempos nos muestra que, cuando los príncipes reducen el valor de su dinero, manteniendo el mismo valor nominal, todas las materias primas y los productos fabricados se encarecen en la misma proporción que la devaluación de la moneda.

1.17.26 Dice Locke que el consentimiento de la humanidad ha dado un valor al oro y a la plata. Esto no puede ponerse en duda, puesto que la necesidad absoluta no ha tomado parte en ello. Es el mismo consentimiento el que le ha dado y da todos los días un valor a los encajes, al lino, a las telas finas, al cobre y a otros metales. La humanidad podría subsistir sin todo esto, pero no podemos concluir de ello que todos estos artículos no tengan sino su valor imaginario. Poseen un valor proporcional a la tierra y al trabajo que entran en su producción. El oro y la plata, como las demás mercancías y materias primas, sólo pueden ser producidos al coste aproximado proporcional al valor que se les otorga; y cualesquiera cosas que los hombres produzcan mediante su trabajo, este trabajo debe procurarles lo suficiente para su subsistencia. Es el gran principio que oímos todos los días de las bocas de las clases humildes, que no toman parte de nuestras especulaciones, y que viven de su trabajo o de sus empresas. “Todo el mundo debe vivir.”



PARTE II

CAPÍTULO I


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