Texto El Ensayo I - XVI

PARTE I

Capítulo XVI

Cuanto más trabajo hay en un estado,

tanto más rico se le estima, naturalmente

1.16.1 En un cálculo que me costó mucho realizar y que reproduzco en el Suplemento muestro que el trabajo de veinticinco adultos es suficiente para proveer a otros cien adultos, todas las cosas necesarias para la vida, de acuerdo con el consumo que se hace en nuestra Europa. Es cierto en estos cálculos la alimentación, el vestido, la vivienda, son de tipo rústico, y bastante elemental pero proporcionan vida fácil y agradable. Se puede suponer que un tercio de la población de un Estado son demasiado jóvenes o demasiado viejos para el trabajo cotidiano, y una sexta parte está compuesta de propietarios de tierras, enfermos y diferentes clases de empresarios que no contribuyen con su trabajo manual a las diferentes necesidades de la humanidad. Todo esto implica que la mitad de los habitantes no trabajan o, por lo menos, o al menos sin el trabajo de que estamos tratando. Así si veinticinco personas hacen todo el trabajo necesario para sustentar a otras cien, existirán veinticinco personas de las cien, que se hallan en condiciones de trabajar, pero que no hacen nada.

1.16.2 Los soldados y los sirvientes domésticos de las familias acomodadas, formarán parte de esas veinticinco personas; si se utilizan las restantes para perfeccionar, mediante un trabajo adicional, las cosas necesarias para la vida, como por ejemplo, haciendo ropa fina, telas finas, etc., el Estado podrá considerarse rico en proporción a ese aumento de trabajo, aunque no hayan añadido nada a las cosas necesarias para la subsistencia y mantenimiento de los hombres.

1.16.3 El trabajo proporciona una satisfacción adicional en lo referente al alimento y a la bebida. Un tenedor, un cuchillo finamente trabajados son más apreciados que los que se confeccionaron toscamente y a toda prisa. Lo mismo puede decirse de una casa, de una cama, de una mesa y de todo lo necesario para las comodidades de la vida.

1.16.4 Es cierto que hay muy poca diferencia en un estado que se acostumbre a vestir con paños burdos o con telas finas, si ambos tienen la misma duración, y que se coma delicadamente o en forma tosca, con tal de que se tenga alimento suficiente y que la salud sea buena o que la bebida, comida, ropa, etc., sean de buena o mala calidad, puesto que en suma nada queda en el estado de este tipo de riquezas.

1.16.5 Pero siempre es decir que aquellos Estados cuyos habitantes se visten con telas finas o lino fino, cuya alimentación es más esquisita y delicada, son más ricos y estimados que aquellos otros donde estas cosas son más toscas y rudas, y que los Estados donde se ve más habitantes que viven al estilo de los primeros, son más estimados que aquellos otros donde, en proporción, se ven menos.

1.16.6 Pero si las 25 personas en un centenar de las cuales hemos hablado fueran empleadas producir cosas permanentes, como por ejemplo, en extraer de las minas hierro, plomo, estaño, cobre, etc., y en emplearlos para confeccionar utensilios e instrumentos para la comodidad de los hombres, vasijas, vajilla, y otras cosas útiles, más duraderas que las que se confeccionan con barro, el Estado no sólo parecerá más rico sino que lo será realmente. Lo será especialmente si se emplea a estas personas en extraer de la tierra, oro y plata, metales que no sólo son duraderos, sino, por decirlo así, permanentes, que no se consumen por el fuego, que se aceptan de modo general como medida de valor y pueden cambiarse en todo momento por cosas necesarias para la vida. Y si estos habitantes trabajan en extraer oro y plata para el estado a cambio de los artículos y mercaderías que ellos confeccionan y envían a los países extranjeros, su trabajo será igualmente útil, y mejorará el Estado.

1.16.7 El punto que parece determinar la grandeza relativa de los Estados es el stock de reserva por encima del consumo anual, y los almacenes de telas, de ropa blanca, de trigo, etc., para servir en los años malos y en caso de guerra. Y como el oro y la plata siempren pueden comprar todo eso, incluso de los enemigos del Estado, el verdadero stock de un país consiste en el oro y en la plata, y la mayor o menor cantidad de dicho stock determina necesariamente la grandeza relativa de los Reinos y de los Estados.

1.16.8 Si es costumbre traer oro y plata del extranjero exportando artículos y productos del estado, como trigo, vinos, lanas. etc., ello enriquecerá al Estado a expensas de la disminución del número de habitantes; pero si el oro y la plata se obtienen del extranjero a cambio del trabajo de los habitantes, así como de las manufacturas y artículos donde interviene pequeña cantidad de productos de la propia tierra, esto engrandecerá al Estado en forma útil y sustancial. En un país grande las 25 personas de cada cien de que hemos hablado, no pueden ser empleadas en realizar productos para el consumo extranjero. Un millón de hombres fabricarán más telas, por ejemplo, que las que serán consumidas anualmente en todo el mundo mercantil, porque el mayor número de personas de cada país se visten siempre con telas toscas, fabricadas en el mismo, y rara vez se encuentra en una nación más de 100.000 personas empleadas en vestir a los extranjeros. Esto se muestra en el Suplemento con respecto a Inglaterra, que es de todas las naciones de Europa, la que más suministra telas a los extranjeros.

1.16.9 A fin de que el consumo de manufacturas de un Estado llegue a ser considerable en el extranjero, estas manufacturas deben ser buenas y valiosas mediante un gran consumo en el interior del propio país. Es necesario desalentar a los fabricantes extranjeros y dar mucho trabajo a los habitantes propios.

1.16.10 Si no se empleo suficiente para las veinticinco personas de cada cien en cosas útiles y ventajosas al Estado, yo no encuentro ninguna objeción en que se estimule el tipo de trabajo que sólo sirve para adorno y diversión. El país no se considera menos rico por las mil fruslerías que sirven para entretener a las damas, o incluso a los hombres, que son usadas en juegos y diversiones, y por las mercaderías que son útiles y cómodas. Durante el sitio de Corinto se dice que Diógenes se puso a hacer rodar un tonel, para no parecer ocioso mientras los demás trabajaban. En la actualidad tenemos Sociedades, tanto de hombres como mujeres, ocupados en ejercicios y trabajos tan útiles para el Estado como el de Diógenes. Por poco trabajo que un hombre realice y que contribuya al ornato y aun a la diversión en un Estado, vale la pena estimularlo, a menos que dicho individuo no encuentre otro medio de ocuparse útilmente.

1.16.11 La inspiración de los propietarios de las tierras es lo que estimula o desalienta las diferentes ocupaciones de los habitantes y los diferentes géneros de trabajo que los primeros inventan.

1.16.12 El ejemplo del Príncipe, seguido por su Corte, puede determinar, por lo común, las aficiones y gustos de los propietarios de tierras, del mismo modo que el ejemplo de éstos influye naturalmente sobre todas las clases subalternas. Así, no es dudoso comprender que un príncipe puede, por el solo ejemplo, y sin traba alguna, imprimir el giro que más le plazca al trabajo de sus súbditos.

1.16.13 Si todos los propietarios de un país no tuviesen más que una pequeña porción de tierra, semejante a la que por lo común se destina al trabajo de un solo colono, apenas existirían ciudades. Los habitantes serían más numerosos y el país más rico si cada uno de estos propietarios ocupara en trabajos útiles a los habitantes que en su tierras encuentran el sustento.

1.16.14 Pero cuando los señores poseen grandes posesiones de tierra, necesariamente traen consigo el lujo y el ocio. Que un abad, a la cabeza de 50 monjes, viva del producto de varias haciendas hermosas, o un señor, con 50 criados, y caballos mantenidos para su servicio, viva de sus propiedades, sería indiferente al Estado si pudiese permanecer en constante paz.

1.16.15 Pero un noble con su séquito y sus caballos es útil al Estado en tiempo de guerra; puede ser también útil para la magistratura y para el mantenimiento del orden del Estado, en tiempo de paz, y, en todos los casos, es un gran ornato para el país, mientras que los monjes, como se dice, no son útiles ni ornamentales, en paz ni en guerra, salvo en el cielo.

1.16.16 Los conventos de frailes mendicantes son mucho más perniciosos para el país que los de las órdenes cerradas. Los últimos no hacen otra daño sino ocupar haciendas que podrían servir para proporcionar al Estado militares y magistrados, mientras que lo mendicantes, que no realizan ningún trabajo útil, a menudo interrumpen y perturban el trabajo de otras personas. Obtienen de los pobres limosnas que los harían más vigorosos en su trabajo. Les hacen perder mucho tiempo en conversaciones inútiles, sin contar con las intrigas que llevan a las familias, y muchos de ellos son gente viciosa. La experiencia nos demuestra que los Estados que ha adoptado el protestantismo y no tienen ni monjes ni mendigos, se han convertido visiblemente en los más poderosos. Disfrutan también de la ventaja de haber suprimido un gran número de fiestas en las que el trabajo se interrumpe en los países católicos romanos, donde la laboriosidad de los habitantes disminuye alrededor de una octava parte del año. 1.16.17 Si deseáramos obtener ventaja de todo en una nación, sería posible, según parece, disminuir el número de mendigos incorporándolos al estamento de los monjes, a medida que fuera ocurriendo vacantes o defunciones, sin prohibir estos retiros a quienes no pudieran dar muestras de aptitudes para las ciencias especulativas, o fuesen capaces de hacer avanzar las artes prácticas, por ejemplo, en algunos aspectos de las matemáticas. El celibato de las gentes de iglesia no es tan desventajoso como popularmente se piensa, según se ha establecido en el capítulo anterior, pero su ociosidad es muy perjudicial.



CAPÍTULO XVII

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